22 de febrero de 2011

Puntito.

Este mes el servicio del agua me llegó más caro. Estoy haciéndome un aseo físico más riguroso? No necesariamente porque me salió un orzuelo. Sin embargo uno de mis atributos es que soy aseado, siempre he considerado que el aseo es importante. Pero me salió un orzuelo. Investigué y al parecer los orzuelos salen por una inflamación de las glándulas sebáceas en la base de las pestañas. Mejor dicho es un barro en el ojo. Qué sebácea.

A lo que voy es que hacer las cosas no significa nada. Actuar en una película no significa que el actor es el mejor del mundo o escribir un libro no significa que el que lo escribió sea un gran escritor. Es más, el otro día me hablaron mucho del libro que escribió Ingrid Betancur. Parece que en él se relata todas las adversidades y aventuras que tuvo que sufrir Ingrid mientras estaba secuestrada. Si mal no recuerdo, ella era política. Puede que el cautiverio la haya convertido en una excelente escritora, pero eso no es una ley. Porque si mal no recuerdo había otro personaje que pasó el cautiverio con ella y que le ayudó. Tenía algo en la cara muy raro (o en ese lugar no tenía cara) y le decían “pinchao”. También escribió un libro relatando todo. Cuál se comprarían? Ambos? Ninguno?

Ahora todos los que pasan por algo difícil escriben un libro. Pues ahora me toca a mí. He pasado 2 días terribles con este orzuelo. Creo que Ingrid y Pinchao estuvieron años secuestrados y escribieron a lo sumo 300 páginas. Como yo llevo 2 días solo escribiré en mi blog. Pura matemática.

Todo estaba oscuro y de pronto un sonido me despertó y me sacó del sueño delicioso en el que Sofía Vergara vestía solo mi camisa y me preparaba unos huevos con salchicha en mi cocina. Maldito despertador. Hice un poco de pereza como siempre y media hora después decidí abrir los ojos, pero había uno más perezoso que de costumbre. Hice algunos intentos esforzándome un poco y lo descubrí. Tenía un ojo hinchado, maldita sea. Lo miré con odio en el espejo y me di ánimos pensando que después del baño se vería casi imperceptible. No fue así. Llegué a la oficina y lo primero que hice fue ponerme las gafas y mantener una mirada perdida así me hablaran de frente. Asiento para que la gente crea que entiendo toda la basura que dijeron. Y entonces aparece la primera persona.

-Qué te pasó en el ojo?

-Tengo un orzuelo.

-Qué seba.

-Sí.

Y ahí se queda la conversación. Y como ésa, igual, tengo otras 10 en el día. Todos en la oficina ya lo saben y los que no, creen que estoy sensible o de mal genio. Mi jefe me llama diciendo que está enfermo entonces me toca cubrirlo trabajando el doble. Me refugio frente a mi computador con los audífonos puestos a lo que dan. No quiero escuchar ninguna conversación porque inmediatamente creo que están hablando de lo que me salió en el ojo. Mantengo todo el día la cabeza agachada y el ánimo por el piso. Decido ir por un café y me cruzo en la escalera con el grupo de las mujeres más guapas de la oficina. Una de ellas se dio cuenta de una. –Qué tienes ahí??– Luego otra. -Ay, qué te pasó? – Todas. –Uy que ceba, es un Orzuelo!!

Así fue mi lunes.

Martes. Todo comienza igual con una pequeña diferencia y es que a mi orzuelo le apareció un diminuto, un insignificante, un pequeñísimo punto blanco y eso no me sube el ánimo para nada. Todo lo contrario, lo hace ver todo más crítico, más infame, más sebáceo. Es difícil vivir así en la soledad incomprendida de una deformidad tan notoria. Saber que nadie entenderá cómo me siento porque así le cuente cara a cara a un sicólogo lo que siento, no me va a poner atención a mí sino a mi orzuelo. Todavía no ha afectado mi visión 16-13 (no 20-20) y puedo darme cuenta cuando una persona desvía tímidamente la mirada hasta enfocarse en ese puntito blanquito tan lindo que tengo en un ojo.

-Qué te pasó en el ojo?- Pregunta una despistada.

-Tengo una glándula sebácea inflamada.- Le respondo mientras huyo de allí para no tener que explicarle mi respuesta y me refugio de nuevo en mi computador. Pero cuando uno está de malas, no hay nada que hacer. Me cruzo con la presidente de la empresa, con una cliente churra, con mis jefes, con la hija de una secretaria (que le pregunta a su mamá durísimo “qué tiene ese señor mami?”), con una modelo.

Ya no hay vuelta atrás. Ahora a asumirlo. Levantar la cabeza y caminar con mi puntito blanco por un centro comercial!! Por qué no? Él no tiene la culpa de ser tan feo y lo llevaré a que conozca Andino, la 11, El Retiro, le daré un helado y luego veremos juntos una película. Nunca sabrá qué es el amor ni qué es hacer el amor y posiblemente morirá de manera lenta y dolorosa. Lindo puntito blanco, la vida no es fácil. Perdona por haberte traído al mundo. FIN.

1 comentario:

Unknown dijo...

Aaaajajajaja....por fin algo bueno en este blog!!..bien Parra...hasta me estimulo la glándula lagrimal!