Como ya la mayoría o sabe, pero no puede hacer nada al respecto, estamos en una sociedad de consumo. Perdón, estábamos en una sociedad de consumo, ahora nuestra sociedad ha mutado a exterminadora. Estamos agotando las tierras fértiles para el cultivo, nuestros motores se consumen la capa de ozono que nos permite respirar y nos calcinados por el sol, estamos agotando nuestra propia paciencia y estamos agotandonos nosotros mismos al intentar acabar con todo.
Los productos que tienen substancias adictivas no salen del mercado. Todo lo contrario. Por ejemplo, en nuestro país una marca de cigarrillos es patrocinadora del campeonato deportivo más importante del país, una reconocida marca de licores es patrocinadora de deportes de extremo y nuestro café, que contiene cafeina (substancia adictiva), se expande por nuestro país y por el mundo en lujosas tiendas que lo vende en diferentes variedades: macchiato, latte, con leche, con agua, granizado, etc.
Pienso en todo esto mientras espero mi café mañanero, con el que comienzo bien el día. Increíble, pero la sensación que me produce el café es directamente proporcional a la actitud de la persona que me lo sirve, en este caso, un par de meseras. La una, morena, medio gorda, medio chistosa, sin encanto sexual alguno para mi gusto, a quien llamaré mesera1. La otra, blanca, medio gorda, con un buen par de tetas, a la que llamaré mesera2. Ambas increíblemente apretadas, mejor que eso, embutidas en lycra, delineando perfectamente sus curvas blanditas y poco sabrosas.
El otro día, esperaba mi café en la barra mientras la mesera2 me lo preparaba cuando apareció un señor medio canoso, con aire de haber vivido y le pidió un par de tintos. Ella se acercó y habló con él por un momento. No puede escuchar lo que se dijeron, pero él se fue contento sonriendo a carcajadas y ella regresó a ver cómo iba mi café con una cara que me decía que no estaba tan contenta como él.
-Ese señor es más cochino!- me dice ella.
-El que acabó de salir? El señor N?
-Si.
-Y por qué le parece cochino?
-Es que me manda unos mails... más cochinos!
-Pero usted para qué le dió el mail a ese man?
-Pues si, que bruta.
Termina de servir mi café y me lo acerca, acercándome también el par de tetas puntiagudas. Su lycra que le tapa hasta el cuello, no puede cubrir la forma de su sostén, en lugar de eso, lo hace resaltar aún más. Seguro que me ha pillado mirándoselas, pero nunca me dice nada y yo tampoco a ella. Es la rutina, creo yo. voy, tomo café, miro tetas y me voy a trabajar. Cero heridos, cero disparos, una operación tan fina como "el jaque".
En cambio, los servicios de la mesera1 no me han caido nada bien. Sus chistes apestan y me he quemado varias veces con sus cafés. En una ocasión me lo regó encima cuando ya lo había servido en la mesa, logrando que saliera de mí una de esas miradas que hablan y le decían -pero qué idiota eres- sin decírselo.
He pensado en tomar la misma actitud de Jack Nicholson en Mejor Imposible y decirle al administrador que mientras la mesera2 no me atienda, no me iré del lugar, pero vuelvo rapidamente a la realidad y me doy cuenta que no soy Jack Nicholson.
Pero entiendo al viejo Señor N. Él sigue siendo hombre y ella es una mujer, él ha triunfado en la vida y ella le sirve un café con un buen par de tetas, él tiene mail, sabe usarlo y ella le ha dado la dirección del suyo. -Por qué no?- Pensará el buen Señor N, mientras continúa - hagámosle a ver qué pasa!! JAJAJJAJA (imposible recrear la carcajada del Señor N.). Decidido él, quemó sus cartuchos y envió sus obsenidades, con la mala suerte de pasarse de la raya con la decencia y los buenos modales de la mesera2.
No es un pecado. El Señor N ha vivido su vida y ni por el carajo iba a enviar cursis postales o juguetes por internet,
Prefiero a la mesera2.