El mejor recibimiento que puede hacer un hombre indecente cuando llegan a su blog es una mirada de odio, por eso la foto.
Si, ahí está el perfil de ese hombre abominable, el resultado de 5.000 años de evolución; un feto raquítico claramente influenciado por los medios, la sociedad, el consumismo y sobretodo el facilismo.
Nótese cómo él mismo ha tomado su fotografía. Era obvio que no había nadie más en su putrefacta habitación que le ayudara a tomarse una simple foto.
Cuántos años puede tener el individuo? 20? menos? más? Cuándo se está suficientemente metido en el hueco de la indiferencia y la soledad para concluir que hay algo que no está bien? Cuántas miradas de odio, insultos frente al volante y risas por el mal ajeno deben existir en una persona para decir que está invadida por la agresividad? Cuántas faltas a la urbanidad, por pura ignorancia o adrede, debe cometer un personaje para convertirse en un competo indecente?
Si las preguntas no les dicen nada sobre el personaje de la foto, pues mejor para él. Seguirá en el anonimato y nunca será rozado siquiera por la afilada lanza de doble filo de la popularidad, nunca aparecerá en un reality ni en una nota de la farándula, nunca aparecerá en la página de la revista donde todos toman trago y sonríen.
Como usted, quien quiera que sea, ha llegado a parar en mi blog, aquí se hace lo que yo diga hasta que un hacker decida lo contrario.
Dejo mi mirada valiente a los ojos de todos, porque eso es lo que hago todo el tiempo, mirar.
Por las mañanas, ocurre a toda hora pero en especial por las mañanas, me siento a tomarme un café en un sitio concurrido y veo pasar diferentes tipos de personas. Los que van de afán y los que nunca lo tienen, los que ya están pensando en negocios y los que no tienen necesidad de hacerlos, los que sacan a dar una vuelta al perro y viceversa y los otros como yo, los que viven metidos en una mina moderna y necesitan un café para no quedarse dormidos en el fondo de la mina y morir por falta de aire. Sentado, soplo mi café muchas veces y le doy vueltas con el palito porque siempre he sido muy nena para las bebidas calientes. Tomo un poco y veo pasar una, dos tres personas de estas. Una de ellas, una mujer de aproximadamente 30 años, bien vestida, con una forma de caminar un poco tosca, posiblemente del afán, se acerca al lugar donde estoy sentado. Mido la velocidad de sus pasos y sé que pasará derecho, es más, sé la dirección que tomará. No tengo una explicación clara, es algo en su rostro, en su cuello. Es algo que me dice que esa señora con prisa debe tener una curva importante en su espalda. Un poco más abajo de su espalda, en realidad. Un excelente culo.
No sé exactamente qué es, es algo en su cara, en su cuello. Todo me dice que lo tiene. Ella lleva un pantalón semi-ajustado, entonces es posible que pueda detallarlo, notar su textura y posiblemente su entereza.
Ella me mira por un segundo y yo siento que ha adivinado mis intenciones, entonces miro hacia otro lado, fingiendo que ella no es interesante, que es más importante para mi el pajarito que silbó, la cuchara que sonó, el carro que pitó o cualquier otra cosa que pase en ese momento.
Logro confundirla, ella ha pasado sin cambiar su rumbo y yo estoy mirando para otro lado. Pero, qué tal que gire para confirmar mis sospechas y ella me esté mirando? cómo podría verla de nuevo a la cara si ella nota que le estoy mirando el culo? además, no es algo que ella quiera, es una señora, bien vestida, trabajadora. Lo menos que ella desea en una mañana de un día de trabajo normal es sorprender a alguien mirándole el culo. Y qué decir de los que están a mi alrededor? Esos personajes que más bien parecen scanners, que se sientan en un punto del lugar y lo ven todo, lo descubren todo y lo peor, lo comentan todo. Sé que una de esas mesas está llena de las señoras con experiencia de la oficina. Esas señoras que llevan años en el negocio y que se reúnen sagradamente cada mañana para comentarlo todo. De veras quiero ser el protagonista principal luego de la frase -Uich, miren a ese man. El tipo ese del tercer piso que no hace más que mirar a cuanta vieja se le pasa por enfrente. Mírelo, uy no, no, no. Que ceba de tipo.-
Pienso en todo eso, pero en realidad me importa muy poco. Yo solo quiero mirar y nada más. Entonces me giro y lo miro. Lo miro mientras ella sigue caminando. Miro a los lados, nadie me mira, nadie me juzga. Regreso mi mirada a la curva y la miro. Como buen conductor y viajero mental constante, imagino la mejor manera de tomar esa curva, de las precauciones que debería tener, imagino la velocidad en la que debo llegar para no tener que frenar, para entrar en ella tan suave, que pueda acelerar al máximo para no soltar el acelerador en la salida. Imagino que pueden existir manchas de aceite y algunos baches, que la curva se hace dura, difícil, que exige lo mejor de mi, lo mejor de cualquier piloto. Seguro que un novato caería, no llegaría ni a la mitad de esa curva. Calculo todo eso y concluyo: esperaba algo mejor de la señora.
Tomo un poco de café caliente y le doy vuelticas con el palito. Ahí viene otra.