Marla agarró el cuchillo y se lo pasó muy cerca de sus muñecas, muy cerca de sus viejas cicatrices. Siempre usa muñequeras, brazaletes, guantes de cuello largo o cualquier otro elemento que adorna sus vestidos con elegancia pero al mismo tiempo oculta sus cicatrices. No se trata de ocultarlas por verguenza, es lo de menos, es para evitar las preguntas tontas e impertinentes de siempre. En este momento está sola, no hay nadie que le pregunte nada ahora, no hay por qué tapar nada y nada está tapado. Está desnuda en una tina rodeada de velas con aroma, agua tibia y un cuchillo. Hay un espejo en el que ella mira su reflejo. Por un momento cierra los ojos y recuerda cómo era su rostro hace 6 años. Era precioso, como ahora, pero muchas cosas han pasado. Muchas cosas han cambiado. Abre los ojos y se mira. Luego acerca un poco más el cuchillo a su cicatriz más grande y lo pasa firme por el lado que no tiene filo. Recuerda la sensación. Sus nervios la hacen temblar y el agua en la tina se mueve un poco. Recuerda perfectamente por qué lo hizo. Recuerda haberse dormido y luego despertar en una cama en el hospital llena de tubos con una mano amarrada a un cinturón de cuero y la otra hinchada y llena de vendas. Mete su cabeza completa en el agua tibia de la tina.
Marla vive sola en un elegante apartamento de la ciudad, tiene un trabajo estable y de vez en cuando cocina unas lentejas increíbles. Saca la cabeza del agua y decide acabar de una vez con su baño trivial. Se levanta completamente de la tina y mientras se seca suavemente con la toalla mira su cuerpo en el espejo sin poder evitar pensar que está un poco gorda (aunque a mí me parece que está buenísima). Se pone una bata en la cabeza y otra en el cuerpo y camina por el corredor en busca de una copa de vino que dejó olvidada por ahí. Oh, sí, está en un costado de la mesa del comedor. Ah, vino tinto delicioso que ahoga las penas y quita los dolores del alma, que son los que más duelen. Marla se sirve otro y decide cortar un pedazo de queso. Ah, el cuchillo está en la tina!
-Ve por él, Marla. Rápido!!
Marla camina apoyándose un poco en las paredes del corredor y llega a la tina todavía llena, todavía tibia. Agarra el cuchillo y decide quitar el tapón para que el agua se vaya y siga su rumbo. Al inclinarse, la bata se abre un poco y toca una de las velas el tiempo necesario para que la pequeña llama quiera bailar con ella. Al enderezar su cuerpo se mira de nuevo en el espejo y nota como el fuego crece lentamente en su bata. Su primera reacción es meter la mano en la tina y lanzar varias veces agua en la dirección del fuego hasta apagarlo.
-Pero qué tonta- piensa Marla, y camina de nuevo por el corredor apoyándose en las paredes con los pies mojados. Al llegar a la cocina se percata que por el detalle del fuego olvidó de nuevo el cuchillo en el baño.
-Pero qué estúpida- piensa Marla y camina de nuevo hasta el baño. Agarra el cuchillo y resbala en el corredor con sus pies mojados. Cae al suelo en la posición perfecta que revelaría al día siguiente que Marla se quitó la vida con un cuchillo de cocina. Ya tenía cicatrices de intentos fallidos. Era de esperarse.
1 comentario:
Exquisito relato Luis David.
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