20 de abril de 2009

Lágrima

- Quédese quieto. No se quite el casco. Yo soy médico. Recuerda cómo se llama?

- Si, perfectamente.

- Cómo se llama?

- David Parra.

- Cómo se llaman sus papás?

- Ana Mercedes y Edilberto.

- Recuerda para dónde iba? recuerda todo lo que pasó?

- Si, perfectamente.

- Qué pasó?

- Que ese hijueputa taxista nunca hizo el pare.

- Si, está conciente!!
David, mejor quédese quieto hasta que llegue la ambulancia, bueno?

- ok.

Me quedé quieto esperando la ambulancia. Desde mi perspectiva de posición fetal, podía ver que pasaban carros y se detenían a mirar, la gente que pasaba caminando también lo hacía. Yo quería levantarme a golpear al taxista en los huevos, pero el médico insistió en que no me moviera. Él me dijo su nombre, que desgraciadamente no recuerdo para poder agradecerle como se merece, porque por personas como él, vale la pena decir que los bogotanos no son una mierda completa.
La ambulancia llegó en 10 minutos y yo sabía que no estaba grave, es más, sentía un poquito de dolor y ya, pero esos 10 minutos me parecieron eternos. Pensaba muchas cosas, pero lo que más me impresionó fue la idea, de que justo en ese momento mi madre pasara por ahí y me viera en el suelo inmóvil. Quería que esa ambulancia llegara de una buena vez, quería decirle a los chismosos que eran unos chismosos, quería golpear al taxista, quería que mi madre no me viera, quería agradecer al doctor, quería ver cómo estaba mi moto (lágrima sale), maldita sea.
Los enfermeros de la ambulancia dijeron que no tenía nada roto. Por fin conocí al taxista, pero ya no tenía ganas ni de reclamarle, aunque como cosa rara, quería arreglarlo todo por la fácil y la más conveniente para él. Pero quién no?

Esta historia, seguramente, es una huevonada al lado de otras en moto, lo supe al llegar al taller de reparación de colisiones, había 4 cuchos con las motos más bonitas que he visto y las cicatrices más feas, también. Por eso en la noche, celebré como hacía tiempo no lo hacía.