Todas las noches J sale de su casa (si es que se le puede llamar así) a eso de las 6pm. Agarra sus baldes, su par de palos y camina 30 cuadras hasta la estación de metro más cercana. Allí se sube a en la línea A y se baja en la estación de costumbre, y como de costumbre, no habla con nadie.
Acomoda sus baldes vacíos en la posición de siempre y deja algunos apilados por si se rompe alguno. Se sienta y saluda a su público con una voz enérgica: -Buenas noches, malditos!! Y comienza a darle golpes a los baldes con su par de baquetas improvisadas.
En ese momento K se despierta por el sonido de los baldes. Ya es tarde, pero J acaba de comenzar su función y K no se puede quedar atrás. El que se queda atrás pierde, llega de último y al último raras veces le guardan. Se quita un par de cartones de encima, se levanta, se estira cuan largo es y se sube a su silla de ruedas. Acerca su mano derecha a su cara y sopla. Hace cara de pocos amigos y agarra una botella con algún contenido desconocido y se toma un buen sorbo que se alcanza a escurrir por encima de su barba canosa. Luego arranca en su silla de ruedas por la avenida cerciorándose de que el letrero que lleva en el pecho esté al derecho y empieza a hablar en voz baja con nadie. Al llegar a una esquina en la que a duras penas se alcanzan a escuchar los baldes K se detiene. Allí está G. La última vez que lo vio las cosas no terminaron nada bien. G camina de manera extraña. Sus pasos son firmes pero su mirada completamente desorbitada. No es un buen momento para encontrarse con G. No sin haber desayunado todavía.
G pasa a unos centímetros de la silla de ruedas sin mirar y sin emitir sonido alguno continúa su camino con su mirada desorbitada y los puños apretados. Nadie mejor que K sabe lo que sucede. G está drogado y posiblemente tiene uno de esos trabajos importantes que a veces salen. K los hizo alguna vez. Los hizo bien. Tuvo su momento. Fue.
G camina apresurado. Solo tiene en su mente el trabajo. Ir, hacerlo rápido y salir de ahí. Eso es todo lo que tiene que hacer. Eso es todo lo que tiene que estar en su mente y nada más. No importa la gente, no importan los carros, los turistas, los policías. Decisión. Eso es lo importante. De lejos puede ver el lugar, faltan solo un par de cuadras más. Llegar, hacerlo rápido y salir de ahí. Es todo lo que está en su mente, es todo lo que tiene que hacer. PUM. La mente de G se nubla por completo. –Mantente enfocado- Se dice a sí mismo e intenta seguir caminando, pero no ve nada. –El trabajo, debo hacerlo- Piensa G, sabiendo que nada ni nadie lo detendrá. Nada ni nadie.
M es una estudiante de enfermería en una prestigiosa universidad de la ciudad. Como es normal, luego de terminar sus estudios, o antes, continuará con otras carreras hasta graduarse de por lo menos 3. Con honores, por supuesto. M conoce a casi todas las personas que viven en su barrio, todos son muy amables y se saludan todos los días. Una vez uno de ellos timbró en su casa y dijo algo así como: -Perdona, dejé las llaves de casa en el carro junto con mi teléfono móvil y no puedo entrar, no tengo nadie más a quién acudir. Podrías prestarme tu teléfono para hacer una llamada?- M dejó entrar al desconocido y no solo le prestó el teléfono, también lo invitó a la sala y le ofreció té y galletas. M pensaba que si a ella le pasara lo mismo, cualquiera haría eso y hasta más por ella. M es así.
Mientras recorre la calle de siempre en su bicicleta hacia la universidad, se encuentra con un grupo de gente en la mitad de la calle. Todos hablan y hay alguien en el suelo y una camioneta. M se acerca un poco más diciendo que es doctora. La gente la deja pasar y encuentra a G en el suelo convulsionando. El conductor de la camioneta parece un disco rayado –Apareció de repente. El semáforo estaba en verde. No lo vi. No lo vi.-
M se acerca a G y al verlo entiende que no hay mucho por hacer. Tiene un hueco en la cabeza producto de la colisión (posiblemente con el águila que la camioneta tiene en el capó) y ha perdido mucha sangre. Agarra su teléfono móvil y pide una ambulancia al lugar. M sabe que no hay mucho por hacer. Estira su mano y con mucho cuidado cierra los ojos de G que se niegan a dejar de hacer lo suyo. Se escuchan algunos llantos y el disco rayado del conductor. Z lo vio todo. Vio cómo G caminó sin detenerse por la mitad de la avenida como un animal que no sabe que hay carros. Era cuestión de tiempo, si no pasaba en esta avenida sería en la siguiente. Esperó pacientemente a que la gente llegara al lugar para ver qué había pasado y la llegada de M fue perfecta. Ahora las más de 15 personas que llegaron al lugar están con su atención puesta en lo que M haga o diga. Es el momento perfecto. Z sopla su mano derecha y la frota suavemente con la izquierda. Ahora, como un reloj preciso, la mano entra y sale de 1, 2, 3 bolsillos diferentes en el que encuentra 3 “algos”. Siente que ya es suficiente y se aleja del lugar con tranquilidad. Camina hasta la estación del metro más cercana y toma el primero que pasa. Al pasar por 5 estaciones decide bajarse. Camina hasta un lugar, se acomoda y revisa lo que tiene en el bolsillo. Un teléfono móvil, una billetera con $250 y una caja de condones. –No está mal. No está nada mal- piensa Z mientras que tira la billetera a un lugar visible, destapa la caja de condones y mete uno en su billetera, mucho más lujosa, los demás los deja en uno de sus bolsillos.
Entonces mira a su alrededor. Lo piensa un poco y empieza a caminar hacia el norte con una sonrisa. Al girar en una esquina empieza a escuchar la voz de alguien. –Dame $20!! Crees que yo hago esto gratis? Dame $20!! Crees que vas a filmarme haciendo esto y va a ser gratis? Dame $20!! QUE ME DES $20 TE DIGO!!! Para qué miras a tu mujer? Ella es la del dinero? Entonces que ella me de los $20!!-
Z se acerca cada vez al lugar de donde vienen los gritos cuando se escucha otra voz.
-Hey, ya no jodas más!! Sigue esto mira Pa pa pa, pa pa. Pa pa pa, pa pa. Aquí están tus $20. Síguelo!! Pa pa pa, pa pa. Síguelo!! Qué esperas? Aquí están tus $20!!
Z llega al lugar. Hay por lo menos 40 personas que están reunidas alrededor de J. Una de ellas tiene un billete de $20 en la mano y casi que lo está poniendo en la cara de J, marcándole un ritmo con las manos.
-No quieres los $20??
-Me importan un culo tus $20!! Nadie me va a decir cómo hacer mi show!!- Dice J y acto seguido, empieza a pegarle a los baldes con velocidad y precisión. La gente lo mira con asombro. Él los mira y reconoce a Z. Se queda mirándole y levanta una ceja a modo de saludo, a la que Z responde con un adiós.
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