En el
barrio no se escucha nada. Son las
3 de la mañana y las luces rojas y azules de una patrulla de policía cubren
todas las casas con sus flashes, pero no se escucha un ruido. Lo que antes era
alegría, risas, música y baile ahora parece que nunca hubiera existido. Jairo,
un joven conocido del barrio por tener un ligero retraso mental gracias a un
fuerte golpe que recibió en una manifestación cuando era niño, era el más feliz
de todos hace solo unas horas. Ahora no se le ve por ninguna parte. Ha huído. Alguien
lo vio correr a las afueras del barrio, sin rumbo fijo pero con cara de
tragedia.
Todo
comenzó hace exactamente 1 mes y 3 días. La tía de Jairo le pidió que fuera a
la tienda a comprar unos alimentos para la cena, pero en la tienda se encontró
con El Mello. El Mello es también conocido en todo el barrio por su particular
manera de hacer las cosas. Desde pequeño ha sacado ventaja de todo y de todos
los que ha podido. Dicen que una vez el cura del barrio lo puso a recoger las
ofrendas durante la misa a modo de represalia por haber falsificado sus notas
del colegio. Error. El pequeño de 11 años desapareció con las colaboraciones y
regresó pidiendo perdón y jurando ante Dios que se las habían robado.
Lo
cierto es que Jairo se encontró con el Mello y ahí empezó todo. El Mello lo
convenció para que, en lugar de comprar lo de la cena, le comprara un billete
de lotería. –Te podrás comprar toda la comida que quieras con este billete! –A
tu tía nunca más le hará falta nada- le dijo el Mello.
Al
regresar a casa, Jairo le contó lo sucedido a su tía y ella al ver el billete,
se dio cuenta que ya había jugado hacía 2 meses. No servía para nada. La tía de
Jairo acudió al cura, y éste, por medio del diálogo, logró algo verdaderamente
imposible: El Mello le daría un billete de lotería válido a Jairo. Todo el
barrio lo supo.
Y sí,
el billete ganó. Pero antes de eso, pasó algo que dejó las cosas mal. La tía de
Jairo murió. Un fulminante ataque al corazón y un sencillo velorio fue su
despedida. Como Jairo no tenía más familiares, viviría con el cura mientras
conseguían un lugar más apropiado para Jairo.
El
premio mayor cayó y el segundo seco, la nada despreciable suma de 200 millones
de pesos (110.000 dólares), cayó en las manos de Jairo y el cura del barrio. Tanto
el cura como Jairo decidieron hacer una fiesta para todo el barrio. La mente de
un niño de 5 años de Jairo le decía que tenía que compartirlo todo y al cura le
pareció bien. Al que no le pareció nada bien fue al Mello, que exigía su parte
por haber comprado el billete.
Todos
en el barrio estaban de acuerdo en que por fin el Mello había tenido un poco de
su propia medicina. Su intención de engañar a un retrasado le había dado un
puntapié justo en el rostro. Era demasiado para su ego.
El
Mello llegó al final de la fiesta con su mano derecha en el bolsillo y con cara
de pocos amigos. Cuando estaba bastante cerca del cura, sacó de su bolsillo un
revolver S&W 60 modificado con las uñas, le apuntó y le dijo -ésta es la
última que me haces!-
Justo
cuando disparó, el brazo de Jairo levantó el revolver y desvió la bala
salvándole la vida al cura, pero llevándose otra. Mientras el Mello amenazaba
de muerte a Jairo por intrometerse, Martha, una vecina del barrio salió de su
casa gritando con su hija entre sus brazos. –Mataron a mi niña!! Mataron a mi
Sarita!!
Entonces
el Mello le dio al arma a Jairo y le dijo algo que solo él pudo oír. Algo que
cambió la vida en el barrio para siempre –Tú la mataste. No yo.
Jairo
comenzó a correr y el Mello también. Ambos corrieron para escapar. Uno escapaba
de la policía, de la cárcel, del castigo. El otro del destino, de la realidad,
de nosotros.
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