Principalmente, las mujeres son las más opcionadas a hacer pequeños sacrificios para mejorar la convivencia de todos en una oficina. Cosas muy sencillas, nada del otro mundo. Lanzar un chiste verde, hacerte un masaje de un minuto en la espalda mientras trabajas frente al computador, decirte que eres rudo y duro, dejar la puerta del baño entreabierta mientras se miran al espejo; cosas sencillas que elevan el ánimo o por lo menos hacen el ambiente de trabajo mucho más agradable.
En cambio los hombres tenemos que esforzarnos un poco más. Toca ir a traer el trago los viernes hasta el supermercado más barato, pero con hielo, gaseosa o limonada. Toca prestar plata. Toca presentar amigas. Toca inventarse estrategias para caerle bien a los jefes sin que sus amigos piensen: este "hijueputa es un lambón". Es una delgada línea, pero toca.
Las chicas, claro está, tienen una línea más amplia que les permite moverse a placer en el cumplimiento de la buena energía en la oficina. El problema aparece cuando no utilizan la táctica adecuada. Por ejemplo, una mujer con buenas tetas. Con sólo un disimulado y poco insinuante escote, un viernes, por supuesto, puede hacer que el ambiente de la oficina sea mucho más amigable sin que las demás mujeres piensen que es una puta. Pero el mismo escote, en una mujer con malas tetas, puede causar una reacción completamente opuesta. El ambiente puede tornarse "maluco" en la oficina (al punto de tocar el tema de que en la empresa solo contratan mujeres feas para poder trabajar sin distracciones) y las demás mujeres pueden pensar que es un bruta. Entiéndase, que ambas opciones llaman la atención por igual pero obtienen resultados opuestos.
Existen también otro tipo de "pequeñeces" que afectan por igual a ambos sexos y no discriminan edades ni razas, como por ejemplo el aseo dental, exceso de perfume o el Síndrome del Saco1. Cualquier oficina que tenga un ser afectado por cualquiera de estas pequeñeces, será descubierta en el acto. Basta pasar caminando lentamente cerca a la puerta y ya está. Quiero aclarar, que todas estas "pequeñeces" tienen una gran diferencia con la sensación del olor a comida, que sucede en cualquier oficina donde destapan un almuerzo recién calentado con microondas; el olor es percibido rápidamente pero el cuerpo se acostumbra en pocos minutos y nunca se vuelve a sentir. Por el contrario, estas "pequeñeces" siguen golpeando permanentemente los sentidos en oleadas cada vez mayores y solo desaparecerán alejando al individuo del lugar y bombardeando suelos y paredes con san-pic, fly, fabuloso o cualquier bálsamo ultra-recargado de aromas agradables al olfato humano.
Si en su oficina pasa lo mismo y está de acuerdo con lo escrito, bien por usted. Si no, tolerancia. Porque no hay de otra.
1. Síndrome del saco. Los individuos que lo sufren suelen creer que aguantan por más tiempo el calor corporal que los demás, por eso, así el ambiente sea sofocante, ellos harán lo imposible por quitarse el saco varias horas después que los demás, cambiando por completo la atmósfera de trabajo. Suelen caminar o trotar grandes distancias, con el saco puesto, por supuesto.
1 comentario:
Espero que Ud no sea parte del selecto club del Saco...
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