Por un momento llega, lo sientes, te toca y luego se va. Con él.
Nunca la vuelves a ver.
Hasta ahora.
Lo hiciste porque te estaba mordiendo los intestinos por dentro, porque sentías como sus tiernos pellizcos empezaban a hacerte daño y a sangrar. Sangre, siempre escandalosa.
Tomas una decisión y lo haces, seguro de ti, de todo, de las señales. El enfermo va a morir, tiene los síntomas. Pero no muere. Pasa una noche terrible, pero no muere. Se empieza a alimentar de su enfermedad, de la infección, del pus asqueroso que ha dejado toda esta porquería, encima mío, encima nuestro.
Donde había ríos de fertilidad y sexo, ahora hay cochinada.
Pero el animal que soy se alimentará de eso, es mi objetivo, es lo que deseo hacer, revolcarme en el barro, en la suciedad en ese fétido olor de su casa que se siente al entrar y después se vuelve costumbre. La porquería que dejaron todos en el baño público, ahora aparece dentro, en su cuerpo.
Su cuerpo, no he conocido una carne más deseada, mujer más insaciable, humedad más cálida.
Cómo un animal como yo puede negarse a eso?
No sé cuánto más pueda aguantar. Estoy sorprendido de todo lo que he soportado hasta ahora. De lo buen tipo que he sido. No lo seré más, he sido muy terco al serlo. Pero he sido yo. Y qué bien se siente ser yo, así esté en el fondo de la alcantarilla abrazándome con la mentira, el ciego deseo y la ira.
1 comentario:
q asco!
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